Natalie Mering, el ser detrás de Weyes Blood, incrusta sus sublimes canciones en guitarra acústica y electrónica del espacio exterior. Los tambores propulsores y de repuesto nos llevan a lo largo del curso del álbum. Hay una belleza desvaída de California en Front Row. Una gentil honestidad que recuerda la mejor música folk hecha en la costa oeste de los años 70. La cercanía de este disco -lo personal, solitario y franco que se siente- oculta sus aspiraciones al exterior, a la "Tierra" de su título. Weyes Blood alberga un peso devastador al mismo tiempo que universaliza las extrañas formas de identidad y relaciones. Estas no son las típicas canciones de amor o canciones de protesta: son acertijos dolorosos y conmovedores que celebran la ambigüedad del amor y afirman el conflicto de la vida armoniosa dentro de un mundo desarmónico.